sábado, 7 de mayo de 2011

Sputnik, mi amor.

La mayoría de las personas de este mundo en cuanto tienen la oportunidad hablan de si mismos con una sinceridad pasmosa. Suelen decir frases del tipo: "yo parezco tonto de tan franco y sincero que soy" o "soy muy sensible y me manejo muy mal en este mundo" o "yo le leo el pensamiento a la gente". Pero he visto innumerables veces como personas "sensibles" herían sin más los sentimientos ajenos. He visto a personas "francas y sinceras" esgrimir sin darse cuenta las excusas que más les convenías. He visto cómo personas que "le leían el pensamiento a la gente" eran engañadas por los halagos más burdos.

Todo ello me lleva a pensar: ¿Qué sabemos, en realidad, de nosotros mismos?. Cuanto más pienso en ello, más reacio soy a hablar de mí mismo (si es que realmente hay necesidad de hacerlo)...

Quizá se deba a eso, pero me he habituado a trazar una frontera invisible entre mí mismo y los demás. Empecé a tomar una distancia perpetua ante el otro, fuera quien fuese, y a mantenerla mientras estudiaba mi actitud. Aprendí a no creerme todo lo que la gente dice.

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